Cuando más de tres profesionales de un mismo sector nos comentan un mismo problema, comenzamos a pensar que hay algo que falla y que solucionarlo puede ser una oportunidad de negocio.

“Hablando con muchos abogados, me comentaban la dificultad para encontrar clientes. También que a los despachos pequeños les llegaban clientes de empresas muy grandes que no podían atender y, al revés, clientes pequeños que se acercaban a despachos grandes y que salían corriendo cuando les decían cuáles eran los honorarios. Veía una desconexión entre los despachos y los clientes, entre la oferta y la demanda: no se entendían. ¿Cómo ayudar a la gente a encontrar abogado? ¿Y a los abogados a encontrar clientes?”, nos contaba la abogada Marta Solé, una de las emprendedoras detrás de Simpley. ¿Su propuesta? Hablar a los clientes en su mismo lenguaje.

Simpley: Abogados en román paladino
“Todo el mundo nos llamaba para preguntar: ¿Conoces a algún abogado que lleve comunidades de vecinos? Me han enviado este documento o esta multa, no entiendo nada. He firmado un poder notarial que no sé lo que pone. No puede ser que la gente tenga tantos problemas, que vaya a un abogado y que después nos tenga que llamar para preguntarnos qué les ha dicho su abogado”, cuenta Marta Solé, socia, junto a Emma Elson, de Simpley.

Así que se les ocurrió “montar un servicio en el que la gente pueda enviar los documentos que no entiende –desde un poder notarial hasta una multa– o hacer consultas legales y que nosotros traduzcamos la jerga jurídica al lenguaje de la calle”, explica Solé.

“Pero, claro, de aquí no sacábamos dinero. Había que convertirlo en un modelo de negocio”, matiza Solé. “A la gente que necesita, además, un abogado le ponemos en contacto con un profesional, suscribimos contratos de colaboración y nos llevamos una comisión”, explica Elson.

Pero hay más. “Aparte de atender consultas, lanzaremos productos concretos para facilitar procedimientos y realizar una tarea preventiva que evite ir a juicio”, añade